La inhibición de la manifestación espontánea

 

La cabeza no funciona por sí sola, sino de acuerdo con la necesidad vital o estado concreto de los otros componentes de la CVP, a la que pertenece. Su pensamiento refleja la asociación natural entre psique y soma y entre consciente y no consciente. 
Por ejemplo, surgen las ganas espontáneas y conscientes, el deseo de: 

  • estar pensando a solas, en un ambiente silencioso, cuando se activa la cabeza debido a la actividad celular no consciente de las neuronas;
  • caminar y avanzar libremente, sin ser molestado por nadie, cuando se activan los hombros debido a la actividad no consciente de las células musculares;
  • reírse, llorar, charlar y comunicarse agradablemente con alguien, cuando se estimula la zona media del pecho debido a la actividad no consciente de las células que forman el aparato digestivo y el sistema circulatorio;
  • ocuparse de las personas de nuestro entorno cercano para que no les falte de nada, cuando entra la fuerza en la cintura por la acción no consciente de las células que forman el sistema orgánico eliminatorio;
  • amar, compartir las entrañas con alguien y pensar solamente en la familia o en algo absoluto, cuando se cierra o abre la pelvis por la actividad no consciente de las células conjuntivas del sistema reproductor.

Cuando estas ganas naturales se ven frustradas, se reprimen o se inhiben, las regiones de la CVP, previamente activadas, experimentan una tensión parcial excesiva o TPE:
La activación, tensión A, de las células-tejidos que originaron el deseo no puede alternarse con su necesaria y específica distensión. Si la inhibición continua, esa TPE no se relaja ni con el descanso ni con el sueño y acaba produciendo el endurecimiento de estos tejidos y el acortamiento de la respiración pectoventral. Esto sucede en relación con la sobreexcitación permanente de determinadas zonas cerebrales junto con la obsesión de su psique respectiva. Nuestra salud se resiente.

Aunque la disminución de la alternancia entre tensión y distensión también pueda ser debida al cansancio y a impactos físicos o psíquicos, la inhibición del deseo constituye la principal causa de la TPE y de la pérdida de nuestra salud.

Cuando ya aparecen los trastornos y después, la enfermedad, enseguida queremos su curación y recurrimos a la medicina o también, a las terapias alternativas. Entonces solemos olvidarnos de que hemos nacido, crecido y estamos vivos gracias a la inteligencia y fuerza vital de nuestro organismo, el mismo que genera nuestra manifestación espontánea y sufre su bloqueo.

Como la cultura no ha atendido suficientemente la manifestación espontánea, no ha podido percibir que el intenso estancamiento de la fuerza vital de cada ser humano es la principal causa interna de la pérdida de la salud. 
Como sólo se investigan las causas externas de la enfermedad y sus resultados se divulgan masivamente en los medios de comunicación, se ha extendido la idea de que los agentes patógenos externos o las circunstancias que nos rodean son la única causa de la pérdida de la salud. 

Sin embargo, nuestra realidad es que diariamente estamos sufriendo los efectos de la TPE: 

  • en su manifestación física: sobreactividad y fatiga-debilitamiento o endurecimiento de determinadas células-tejidos, que implican la acumulación de sustancias tóxicas y la pérdida de su asociación natural con las otras células-tejidos del organismo; 
  • en su manifestación psíquica: sobreexcitación y obsesión de determinada psique, debida a la permanente activación de determinadas zonas cerebrales, relacionadas con esas células-tejidos y con esas regiones de la CVP (y de los miembros) a las que pertenecen.

La tensión parcial excesiva subyace en muchos fenómenos que se califican como enfermedad. Para darnos cuenta de nuestra propia TPE y percibir su acumulación, resultan decisivas las sencillas prácticas de  katsugen undo y yuki y las siguientes observaciones.


Las defensas espontáneas de nuestra naturaleza frente a la TPE

Nuestro organismo nos avisa del indebido acumulo de TPE (exige a nuestro consciente, que se ha disociado del no consciente, que lo perciba) y lo disminuye a través de los calambres, la tos, la mucosidad, el hipo, las alteraciones cutáneas, diversos dolores, el vómito, la diarrea, la micción cargada, la transpiración con mal olor y, en especial, mediante el resfriado. Estas "anormalidades" consisten en un espontáneo incremento de la activación de determinadas zonas de nuestro organismo para resolver un anómalo estado interno y preservar la salud. Se trata del proceso A (autónomo) de la TPE.

Por otra parte, a medida que la TPE va progresando, alcanzando distintos grados, gracias a la interdependencia vital de todos los componentes de la CVP y de las cinco oseis, nuestro organismo traslada la tensión excesiva a otras zonas y a otras oseis, distintas de aquella donde inicialmente se acumuló, para afrontarla o compensarla. Por ejemplo, las emociones se contienen poniendo fuerza en los hombros; el estreñimiento es compensado, de cuando en cuando, por la diarrea; el deseo sexual frustrado se alivia con la frecuente micción. 
El esquema osei nos permite descubrir las distintas maneras naturales de realizar este soporte o trasvase de la tensión excesiva. Las denominamos recursos naturales para afrontar la TPE.

Observar el proceso A de la TPE y estos recursos naturales nos evidencia que nuestra salud no consiste en la mera ausencia de anormalidades, sino en la vigorosa capacidad de poder vivirlas y superarlas. La acumulación de TPE y la acción de nuestro organismo para resolverla es algo inherente a la naturaleza humana.