La psique humana y el deseo
La manifestación de la vida es una alternancia constante entre la tensión y la distensión o relajación. Cuando cesa este movimiento, sobreviene la muerte. Para responder a las necesidades vitales, tanto internas como externas, se activa alguna osei, siempre en una absoluta interdependencia con las restantes. A esta activación natural, autónoma y autógena, la denominamos tensión A. Se relaja al satisfacer la necesidad vital que la originó.
En cualquier especie dotada de CVP, la tensión A de una osei implica la activación natural y conjunta de su sistema orgánico, su función biológica, su serie de músculos, su zona cerebral y su específica actividad psíquica.
Pero ésta última es singular en el ser humano. Hace un millón de años, la especie humana comenzó a fabricar instrumentos, poniendo en evidencia la aparición del brote de consciente o consciencia.
Una de sus consecuencias fue que la energía vital ya no se destinó exclusivamente a la mera sobrevivencia del momento, sino a incrementar la propia actividad cerebral y psíquica; con tanta intensidad que los hombres primitivos triplicaron el volumen de su cerebro en tan sólo un millón de años
Este proceso progresivo de conversión energética fue acompañado por otro también excepcional y sin precedentes en la evolución de las especies: la estabilidad constitucional de la cabeza. La cabeza humana descansa en equilibrio por sí misma, encima del eje de la CVP, gracias a la especial formación horizontal de la articulación del cráneo con la primera vértebra cervical, realizada en el plano f-e.
Fue completada por el homo sapiens sapiens, hace unos cincuenta mil años, junto con la liberación de las manos, la postura bípeda, la estructuración circular y horizontal de la pelvis y la utilización de tres puntos de apoyo en la planta de los pies.
Este conjunto de transformaciones lo englobamos en el concepto de equilibrio f-e craneal.
Fue la culminación de un proceso evolutivo del sistema nervioso y del cerebro, claramente apreciable en los vertebrados. Por primera vez en la evolución, la actividad cerebral y psíquica gozó de una nitidez perceptiva y expresiva verdaderamente única y revolucionaria, que ha dado lugar a los aprendizajes y a la cultura.
El equilibrio f-e craneal
Esta especial actividad psíquica hace que la tensión A del ser humano sea intensa y compleja en comparación con el resto de las especies. La llamamos deseo.
El deseo es la compleja representación o expresión en la psique del ser humano de las necesidades vitales de su organismo, de su tensión A, canalizada en una u otra osei, tanto en su modalidad activa (+) como pasiva (–):
la tensión A vertical | genera | el deseo de pensar |
la tensión A frontal | el deseo de actuar | |
la tensión A lateral | el deseo de comunicarse | |
la tensión A rotatoria | el deseo de luchar | |
la tensión A central | el deseo de amar |
Debido a la total interconexión de las cinco oseis,
Cuando la tensión A se distribuye en la osei vertical genera el deseo de pensar; el deseo de actuar sólo mentalmente; el deseo de comunicarse explicando las cosas; el deseo de luchar con el raciocinio; el deseo de amar la filosofía pura.
Cuando la tensión A se distribuye en la osei frontal genera el deseo de actuar; el deseo de pensar en cómo llegar cuanto antes a una meta; el deseo de comunicarse mediante el éxito de los resultados; el deseo de luchar a través de la eficacia de las acciones; el deseo de amar el sentir que se avanza.
Cuando la tensión A se distribuye en la osei lateral genera el deseo de comunicarse mediante lo agradable; el deseo de pensar en cómo participar en lo que está de moda; el deseo de actuar para pasárselo bien por aquí y por allá; el deseo de luchar a través de la belleza externa; el deseo de amar el sentirse acompañado.
Cuando la tensión A se distribuye en la osei rotatoria genera el deseo de luchar; el deseo de pensar en cómo ampliar o defender la propiedad; el deseo de actuar para vigilar cada detalle de la propiedad; el deseo de comunicarse mediante la ostentación del poder; el deseo de amar el sentir la grandeza de la propiedad.
Cuando la tensión A se distribuye en la osei central genera el deseo de amar; el deseo de pensar en cada miembro de la familia; el deseo de actuar según unas vibraciones internas, que nos lleven a sentir las del otro o las universales; el deseo de comunicarse tanto con las personas como con las cosas desde el núcleo del ser; el deseo de no luchar, sino confiar u odiar.
La manifestación de cada deseo implica también "la de una intensa
susceptibilidad, preocupación y miedo
hacia la posibilidad de su no realización", que se experimenta en determinada dimensión de la psique espontánea.